Reconciliando al poeta con la poesía,
en una treta de alegre alegoría,
el pecho empuja la mente,
la mente. . . El corazón.
El corazón demente y expectante,
escupe el contenido en aire y poema.
Se estrella en letras de ecos sin fonemas,
gritando los silencios de un estado sin descontento,
que solo busca aflorar en creación.
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